PRIMER VUELO: BCN-ROMA


A pesar de que tengo bastante pánico a los aviones, nunca he dejado de viajar por este motivo, pero es cierto que siempre que he podido he buscado otras alternativas con destinos a los que podía llegar en coche, me agobian mucho las horas encerrada en el avión porque no tengo facilidad para dormirme en cualquier lugar y los viajes se me hacen eternos, se me hinchan los pies, se me acelera el corazón cada vez que hay una turbulencia, y encima me da por pensar en cosas feas.
Hasta ahora he viajado bastante por trabajo y digamos que más o menos lo he llevado bien, pero el plantearme viajar con mi familia me daba bastante respeto, ya sabéis a que me refiero, siempre he pensado que si tenía que pasar algo mejor que me pasara a mi sola y que ellos estuvieran a salvo en tierra, lo sé, soy un poco paranoica, pero es que no puedo evitarlo…

Diego tiene ya 14 meses y todavía no había subido a un avión, pero con el motivo de nuestra “luna de miel” (Siiii, los papis de BabyDiegoBoom nos hemos casado!!) quisimos buscar un destino más especial, algo fuera de España pero que a la vez estuviera cerca y como soy una enamorada de la Bella Italia, y mi ahora “marido”, (creo que me va a costar mucho llamarlo así) tenía muchas ganas de ir a Roma, pues para allá que fuimos.

Hacer maletas es de las cosas que más odio porque siempre dudo que ropa llevarme, esto por si llueve, aquello por si salimos a tomar algo, lo otro por si hace frio, y al final vas con un montón de bultos y luego no te pones ni la mitad de cosas, pero desde hace ya un tiempo, he aprendido a simplificar al máximo y sobre todo cuando viajas en avión. Mi teoría es que, si cuando llego al destino me he dado cuenta que necesito, me falta o he olvidado algo, pues lo compro allí donde estemos que digo yo que también habrá tiendas!! Farmacias, supermercados y tiendas de ropa Low Cost hay en todas partes, a no ser que viajes a algún lugar paradisiaco donde no haya civilización, pero de momento, este no es mi caso…

El viaje de ida fue una maravilla, nada más despegar Diego se durmió en los brazos de su padre y al aterrizar tuvimos hasta que despertarle. Después cogimos un tren que nos llevó hasta Roma ciudad y caminamos otro poquito hasta llegar al apartamento y todo esto con los consecuentes bártulos que supone viajar con un niño, pero oye, ¡ni tan mal! digamos que el primer vuelo fue una prueba superada con éxito.


En Roma lo pasamos muy bien, aunque con muchísimo calor porque a este año el verano le ha dado por llegar mucho antes y coincidir con nuestro viaje, pero al ir con niño te tomas las cosas con más calma y vas haciendo más paraditas para tomar algo, buscar la sombra y descansar un poco, y sobre todo para bajar un rato a Diego del carrito porque desde que se ha soltado a caminar solo piensa en eso.
Me he dado cuenta que a los romanos en general les encantan los niños, ahí dónde íbamos era el protagonista, y todos le llamaban “príncipe” (pronunciado, princhipe), y él pues más contento que unas castañuelas de que todo el mundo le hiciera caso.
Mucho helado, mucha pizza y mucha pasta, básicamente esa fue nuestra alimentación estos cinco días, un poco más y volvemos a casa como boyas cruzando el Mediterráneo, suerte que caminamos y sudamos mucho!!
Durante el día turismo y por la tarde-noche paseítos a la orilla del río, tomar el aperitivo en barrios con encanto como el Trastévere y vivir el ambientazo de la noche romana.

El viaje de vuelta no fue tan bueno, Diego no se durmió y la estuvo liando bastante en el avión, todo el rato se quería poner de pie y tocarle la cabeza al pasajero de delante y encima tuvimos la mala suerte de coger bastantes turbulencias y cada dos por tres había que inmovilizarlo para ponerle el cinturón, y claro, intentar que un niño de 14 meses se quede pegado a ti durante un ratito es misión imposible, y ahí estuvimos, sobrellevando los gritos, llantos y arqueamientos de espalda de cuando un niño no se quiere quedar sentado y siendo el objeto de todas las miradas, pero viajar con niños es lo que tiene, hay que ser comprensivos…

La experiencia fue positiva, pero creo que dejaremos pasar otro tiempecito hasta coger de nuevo un avión, sigo prefiriendo los destinos de carretera y manta, dónde no preocuparte por la cantidad de equipaje, poder parar a tomar el aire y estirar las piernas y si se tercia, pararse en algún pueblecito con encanto para comer.

Arrivederci!!







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